Nos creimos todo lo que veíamos en el cine, o mejor dicho, en la industria Yanki de las superproducciones más taquilleras. Nos creimos que el amor era la belleza de la historia, del guión, de la interpretación, de la fotografía. Nos creímos que éramos como las estrellas; refulgentes, hermosas, espectaculares, exuberantes, verdaderas divinidades, que interpretaban en dos horas, el papel que soñábamos en nuestra vida. Debería continuar así, el cine, cumpliendo su principal cometido: hacernos soñar…pero he terminado aburriéndonos y ya sólo nos distrae expresamente. Miramos hacia otro lado; miramos incluso al Cine que –en otro tiempo- nos dio pudor recordar, ese Cine intrascendente que nos animaba a vivir, cuando la vida era en blanco y negro de posguerra y nos invitaba a divertirnos a base de tópicos patrios y absurdos. Miramos hacia ese Cine que contaba nuestra gloria a base de penas y llegamos hasta sacarle punta a las películas que fueron propagandas del régimen. Y es que el Cine está tan falto de sentido e imaginación, que ni los grandes productores y magnates del llamado “7º arte”, saben ya qué hacer para sorprendernos Ya no basta. el crédito de un afamado director; de unas primerísimas figuras, ni siquiera la diva o el divo del momento, son suficientes para garantizar –no solo el éxito taquillero de una película- sino la aclamación del público en general. Volvemos la vista, nos distraemos, miramos para otros sitios que aunque no fueron mejores, no llegaron a peor ó no nos defraudaron; la magia de Disney adaptada a las nuevas tecnología en la saga de “Toy´story”-lo escribo- con la letrita pequeña, pero es la verdad. No he visto nada nuevo últimamente que me atraiga o satisfaga, que me tenga o me entretenga, mirando fijamente la gran pantalla. Y todo es tan sencillo - a lo mejor, como la magia de los dibujos animados para todos los públicos y edades, que creen en los valores de los que adolece la sociedad, que ya no se cree, ni siquiera lo que vé en el Cine.
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