CINE BECQUER
El triunfo, cuando es fruto de la
ambición, hace que pierdas la perspectiva, que no se disfrute de las
mieles del éxito y lo que es más triste, que se pierda el tacto con
la realidad. Cuando las cosas se hacen bien, cuando salen del
corazón, cuando consigues poner el alma en tu trabajo, lo conviertes
en arte, y el triunfo se hace entonces impagable, como por ejemplo le
ocurre a la actriz MARIA LEON, que dice disfrutar tanto de su
trabajo, que incluso le da vergüenza recibir un premio. Con el buen
regusto que nos dejó en el paladar la película SOLAS, -que manera
de exprimirle a las contrariedades que atraviesan las personas, el
jugo de sus mejores momentos- Benito Zambrano, regresa a la
dirección, con la adaptación cinematográfica de la novela homónima
de Dulce Chacón, LA VOZ DORMIDA. Y aquí es donde consiguen
hacernos llorar de emoción, no con el llanto fácil de lo sensiblero
o mediocre, -tan en boga en estos tiempos carentes de imaginación y
estilo- sino con el trabajo de dirección, argumento y sobre todo
interpretación de PEPITA ó MARIA LEON y HORTENSIA (INMA CUESTA) y
poco más se puede añadir a la sipnosis o ficha técnica de la
película, sólo que todo el que aparece -ya sean vencedores o
vencidos- en cualquier de sus intachables secuencias, bordan sus
respectivos personajes, primorosamente ambientados en el terrero
pantanoso del inicio de la posguerra, donde la sinrazón del régimen
franquista, se ceba con los “vencidos”. Esa VOZ DORMIDA, sacude
nuestras conciencias, es un canto a la memoria que hace historia sin
necesidad de imponer a la JUSTICIA, la que otros llaman injustamente,
memoria histórica. El perdón, que nunca olvido, está en los ojos
de PEPITA, reflejado en el mar embravecido de su mirada, ¡cuanta
humanidad derrochan, todos y cada uno de sus gestos, cuanta verdad,
nos hace creer MARIA LEON, en la magistral lección de humildad y
amor con el que interpreta -de manera inefable- su personaje de
hermana, la hermana menor de Hortensia (Inma Cuesta), ésta ´´ultima
sufriendo la injusta condena en el penal de mujeres, por el mero
hecho de pertenecer al bando contrario, una pena amarga que perfuma
con lágrimas de yerbabuena, despidiéndose de su hija recien nacida,
con nana de besos, antes de morir por sus ideas, frente al pelotón
de fusilamiento y gritando ¡VIVA LA REPÚBLICA!. Ojalá que esa Voz
Dormida, exquisitamente tratada desde el punto de vista de los
vencidos, continue despertando los nobles instintos de estas dos
Españas, divididas por los malos recuerdos, pero unidas para siempre
por la solidaridad y el perdón. Mientras tanto disfrutemos esta
hermosa aunque triste historia de amor, con la garantía que nos
ofrece el mejor Cine español, y la satisfacción y el deleite que
nos proporcionan sus intérpretes femeninas, en la seguridad de que
tan deleznables hechos, no vuelvan a repetirse.
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