Fina suele degustar alguna bolsita de snack, especialmente los “fritos” de maiz que le encantan, también compra bolsitas de avellanas para repartirlas entre sus perros favoritos, porque Fina adora a los “chuchos” vagabundos, de los cuales dice –a boca llena- quiero más que a ciertas personas. Generalmente, Fina comienza de manera inopinada su habitual perorata, dirigida a cualquiera de los moradores que frecuentan esta pintoresca plaza; pues a todos conoce, asiste y aconseja, lo mismo que los injuria y difama cuando se tercia. La señora protesta por el más mínimo percance y se encara automáticamente con el más osado, iniciando la trifulca con su movimiento convulsivo habitual: valiente tío más saborio el cuponero ese…toe r mundo tiene la lista de premio a la vista y er gachó no la lleva encima…yo te digo a ti una cosa: to er que tenga un establecimiento y sea un saborio con er público, no se come ni una rosca…Aquella singular mañana del rodaje de la película incierta, cuando la distraida plaza se encontraba literalmente tomada por los intrusos; entre el tramo de nazarenos de pacotilla que emulaba la procesión de la Hiniesta desfilando rodeada de figurantes, ante la fachada principal de la Casa Palacio, bajo la luz artificial de los potentes focos de la productora, el personal de servicio estratégicamente repartido entre la muchedumbre, rogando ¡silencio, se rueda! Con sus dichosos teléfonos móviles en la oreja, escoltados por los números de la policía local que tenían precintadas las entradas de la Plaza, junto al refuerzo de guardias de seguridad embriagados de protagonismo tanto como de malas maneras, nuestra incomparable Fina, quien en condiciones normales no precisa razones para excitarse, tardó poco en soltar su artillería pesada de improperios y a la primera de cambio, cuando un alemán descomunal encargado de mantener el espacio franco, le rogó amablemente que hiciera el favor de retirarse de allí, la buena señora le espetó de esta guisa: A mí, a mí me va a decir tu, que no pase por aquí…¡ea! Po mira lo que hago (rompiendo de un tirón los precintos policiales) a tomá por culo, iros tos ar coño de vuestras puñeteras madres..qué le den trabajo a lo andaluce, que é lo que tienen que hacé y no vení gente de afuera a comerse nuestro pan…vergüenza le tenía que dá a la arcardesa…ay, si yo fuera presidente…
Lo curioso de esta anécdota verídica, es que nadie de los presentes, tanto autoridades o responsables de la productora, tuvo el arrojo de enfrentarse a la buena mujer, que por todo el centro de la plaza se retiraba en pleno rodaje, mientras echaba migajas de pan a los gorriones, camino de la calle San Luis.