
Las locuras se convierten en ideas geniales a pesar de que nos tomen por locos. Unos cuantos locos por amor al arte en la devoción de la Esperanza, han tenido la genial idea de devolver al barrio del bonito nombre, las esencias de una Sevilla que perdió la sana costumbre de sus cines de Verano. La mies es mucha y los operarios pocos; una Asociación Parrioquial en los tiempos del laicismo y el estado aconfesional, trabaja con poquísimos medios pero incombustible ilusión, en un proyecto basado fundamentalmente en el culto a sus titulares, la formación de sus asociados y la caridad a los próximos, estas tres semillas, están dando un Rosario de frutos de Esperanza, que se verán materializados D.M. en la aportación por su barrio y para Sevilla, de un misterio de la pasión de Cristo, genuino, innovador y ciertamente espectacular en su proyecto inicial de salida. Y no quiero abundar en más detalles sobre este asunto, porque parece mentira que el dinero –tan necesario para financiar obras sociales- sirva para otros menesteres habiendo tantas necesidades. A lo que iba, la genial idea de aprovechar el hermoso patio anexo a la Parroquia, para revivir las veladas de Cine de Verano, sustituyendo la añeja pantalla encalada con su orla azul marino, por las nuevas tecnologías del telón portátil y la tradicional gabina, el video proyector y los rollos de celuloide por el compacto dvd y el sonido envolvente-digital del más de cinco punto uno repartido por el contorno del patio. Las sillas de el mítico “quinello”, perfectamente alineadas, con el detalle de una bolsa de plástico adosada a su respaldar, para mantener el recinto lo más limpio posible y su ambigú al fondo con selecta nevería despachada desinteresadamente por miembros de la asociación a precios populares. La entrada es totalmente gratuita, las sesiones comienzan sobre las 22 horas y la cartelera está basada fundamentalmente en películas de lo más familiar y de barrio (La máscara del Zorro; el cazatiburones, Ice; Quo Vadis…). De vez en cuando la silueta deslizante y ligera de una salamanquesa por la tapia, nos remonta a los años dorados de nuestra más reciente juventud, adobado por el suculento olor del pescaito frito y el relente que alivia el calor de la noche, nos acerca un aroma a jazmines que hace detener el tiempo.