Mamá era capaz de convertir un paseo rutinario en una fantástica expedición, pero también sembraba la discordia haciéndonos creer a cada uno de los hermanos por separado, que éramos sus favoritos. Mi padre era un lobo de mar solitario, sucio y maleducado que la increpaba delante de nosotros con sus malos modales; pero Mamá sabía vengarse sin levantar la voz, haciéndole creer que lo que comía era un verdadero guiso, cuando en realidad se trataba de comida de perro bien condimentada. Por lo demás, todo marchaba bien hasta que llegó aquella horrible noche de tormenta, al calor del fuego del hogar. Dos delincuentes empozoñados de güisqui, ávidos de carne fresca, destrozaron de golpe la flor de la inocencia de tres menores, incapaces de comprender que el hombre fuera capaz de derrochar de golpe semejante violencia. Después de la fortuita pesadilla, vino la reacción de Mamá, cuya mente prodigiosa borró, con nuestra atónita asistencia, todo indicio, toda huella de la ignominia. Mi querida hermana murió en vida, solo la poesía lograba apartarla de la locura; yo, busqué ayuda en la sofisticación del norte, donde a duras penas la Doctora lograba hacerme confesar las secuelas del insufrible crimen, a base de paciente silencio y atente escucha. Un día, inopinadamente, logré vomitar el veneno que ahogaba en silencio mi corazón ; después de soltarlo todo, un llanto desconsolado me liberó de los fantasmas del pasado; la Doctora me abrazó con una ternura infinita y surgió un romance inesperado entre dos almas que buscaban redención. Entonces comprendí a su lado, que no hay pecado –por grave que sea- que no merezca el perdón y la luz de esa paz que encontré en los brazos de la Doctora, me devolvió al camino del sur, donde me esperaba mi espesa y mis dos tesoros de mujercitas. Mi querida hermana también salía del tunel, cuando me despedí de ella, su nuevo libro de poemas logró investirme como el Príncipe de las mareas, volví a ser aquel profesor de educación física respetado y querido, pero todas las tardes, cuando regresaba a mi hogar, contemplando la plenitud del ocaso, una voz –como un salmo- me repetía al oido: la quieres más a ella y yo le respondía: No, simplemente es que la conoci antes que a tí, Doctora.
si este es tu Cine: entra, ponte cómodo y ayúdame a recordar. -ANTONIO SIERRA ESCOBAR-
a mi PADRE...
Dedicado a las salas de CINE desparecidas en SEVILLA. Vaya mi pequeño tributo de admiración y cariño a esas calles y edificios que las cobijaron y el LLAMAMIENTO encarecido a cuantas personas quieran aportar datos ó documentos gráficos sobre su existencia a este rincón, donde deseo que se consideren como en su propio PATIO DE BUTACAS
la novela
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Sanlucar de Barameda
4 comentarios:
Esta película la vi en el cine Roma en Lima cuando era niño. No se que hacia ahi viendo una película de adultos, pero por algo mi papá me llevó ahi. Saludos. Tengo que volver a verla.
Ya empezaba a echar de menos la programación del Cine Delicias, me compro las palomitas y me dispongo a volver a verla porque la tengo muy lejana en la memoria.
Buena recomendación.
Un abrazo
Cómo dice Luz de Gas, ya me he comprado mi paquete de palomitas, y ahora....a esperar que llegue la mejor escena de la película, la escena del diccionario.
Un abrazo
Y hablando de escenas recuerdo que cuando vi la pelí pense que varias escenas sobraban... al menos para mi.
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